LA POESIA POLITICA
HIDALGO ARAUCHO - ASCASUBI LUSSICH - HERNANDEZ
LA POESIA POLITICA
HIDALGO - ARAUCHO * ASCASUBI
LUSSICH-HERNANDEZ
Introducción de Angel Rama
Introducción
"En primer término: es un verbo poético conjugado en tiempo
presente” ha dicho L. Ayestarán para definir la poesía gauchesca, apun¬
tando al rasgo que debe considerarse consustancial del género porque
lo tipifica en el momento mismo de su nacimiento. Más estrictamente,
la gauchesca es una poesía política y revolucionaria producto de la pri¬
mera integración del creador con un público popular a cuya conducción
y al servicio de cuyos intereses sociales se entrega, ofreciéndole la pri¬
mera imagen artísticamente válida de su quehacer histórico, o sea si¬
tuándolo vivamente como el protagonista y promotor de la historia de
su tierra.
También en tiempo presente se conjugaba el verbo poético del
estilo neoclásico, pero éste fue la expresión de la burguesía mercantil
en su período revolucionario, tanto en la aprehensión de la naturaleza
que había de dominar y explotar al servicio del hombre como en el
arrebato heroico de su lucha contra el coloniaje monopolista. De ahí
que encontremos el neoclásico al comienzo de la guerra revolucionaria
y, luego de haber sido devorado por la primacía original de la gauchesca,
lo volvamos a recuperar, tardía y anacrónicamente, cuando la burguesía
a través del entreguismo extranjero de la Cisplatina ha logrado embri¬
dar a las masas gauchas y someterlas a su orden de explotación que
definirán los términos de la Constitución de 1830: es Berro, es Acuña
de Figueroa.
Entre ambos momentos, y cuando la supervivencia de la revolución
sólo podía alcanzarse por la incorporación con derechos reconocidos de
los negros y los gauchos (libertad del esclavo, reparto de tierras), un
pequeño sector de escritores de la burguesía —los más lúcidos como
Hidalgo, pero también masivamente los oportunistas— crearán una li¬
teratura basada en los materiales del acervo tradicional folklórico, a
los cuales nacionalizarán bruscamente al reconocer como válida la in¬
corporación a la poesía del español corrompido que constituía el fon¬
do del habla rural y a los cuales incorporarán, negando así el principio
conservador y obsecuente del folklorismo, la ideología del iluminismo
burgués.
Es una operación artística y política forjada en un nivel cultural
primitivo, basto y localista, en esas oscuras zonas inferiores donde han
nacido tantas transformaciones capitales del arte, pero cuya audacia y
envergadura permitió dotar a las letras de la primera producción ori-
que conocieron las literaturas del continente americano, con una
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capacidad estética de sobrevivencia que no consiguieron los productos
del neoclásico de la época, como ya fuera reconocido por Menéndez y
Pelayo.
La explicación es simple: la burguesía mercantil ofrecía soluciones
positivas y miméticas; remedo de modelos europeos que le aseguraban
su triunfo en ese momento histórico; aplicación de concepciones polí¬
ticas, económicas, sociales y también estéticas que habían sido generadas
en Europa desde el perspectivismo universalista que convenía y se im¬
ponía a sus originarios creadores pero al servicio de sus intereses es¬
pecíficos y locales. Las sucursales americanas de ese movimiento se
limitaban a ser sus ejecutores y las ventajas inmediatas que obtenían
con el libre comercio, el discurso sobre la desigualdad de Rousseau,
los textos de Thomas Payne y las odas de Quintana, encubrían los
perjuicios que provocaría una larga situación de dependencia, una ser¬
vicial copia del arte y la economía pretendidamente universalistas e
igualitarios de la burguesía europea.
La posibilidad de una respuesta paralela, equivalente, pero aten¬
diendo a los intereses locales de las regiones americanas, quedó apuntada
en la política agraria de Artigas y en la irrupción de la poesía gau¬
chesca, puesto que ella establece la conexión del racionalismo humanista
del Siglo de las Luces con la totalidad de la población y su derecho a
expresarse y vivir plenamente, consustanciada con la realidad concreta
de la que forma parte. La base ideológica de la poesía de Hidalgo
recoge de modo espontáneo el igualitarismo rousseauniano en lo que
tenía de más avisor y un laicismo humanista que se había formado
entre aquellos hombres que, como señalaba un texto clarificador de
la justicia colonial, reconocían como única ley su conciencia. Por eso
asume como filosofía el "humanismo” de larga y lenta elaboración en
las culturas europeas, aceptando lúcidamente sus últimas consecuencias
en lo que tienen de incorporación de todos los hombres al estado de
derecho que instauran por libre consentimiento contractual: "Cielito cielo
que sí, / es inmutable verdad / que todo se desconcierta / faltando
la humanidad " Las limitaciones de este humanismo son mera resultante
del nivel de desarrollo de las fuerzas de producción, pero interpreta
cabalmente el estado a que ha llegado la sociedad y las soluciones más
efectivas del momento. No era llegada la época de los socialismos.
Para lograr esta claridad interpretativa, más que a los libros, ha
consultado la experiencia concreta de los hombres, hallando su entrada
al arte por el camino más legítimo: el habla, que despliega el universo
lingüístico donde los hombres fuerzan la contigüidad y la comunidad
en que existen para re-crearse como visión colectiva, no individual so¬
lamente, y a la vez racionalizar vitalmente una estructura del mundo
donde se justifique acción y existencia (que es la misma cosa) de cada
uno de ellos y de todos juntos. El punto de fusión de ese entronque
colectivo era y es la política. Por eso al asumir su universo lingüístico,
obviamente oral y cargado de tradiciones artísticas ya integradas, viven-
ciadas, por la comunidad, el poeta debió asumir también el reclamo
político.
Este camino tenía variados antecedentes: la "Relación exacta de
lo que ha sucedido en la expedición a Buenos Aires que escribe un Sar¬
gento de la comitiva en este año de 1778” ha sido incorporada correc¬
tamente por Lauro Ayestarán a la primitiva poesía gauchesca cel Uru¬
guay, y no sólo por la referencia a las costumbres campesinas y los
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anticipos estilísticos de la posterior gauchesca, como apunta el recopi-
lador, sino también por la elaboración de un tema presente de indu¬
dable implicancia política, desde el ángulo de los intereses hispano-
locales (aquí coaligados) de la tropa de Cevallos. Está en la línea
de los poemas burlescos que Acuña de Figueroa registró en su Diario
del Sitio y que aunque atribuidos a Hidalgo son, como la décima de
Valdenegro, manifestación espontánea del uso de la poesía como sis¬
tema de provocación y de comunicación política. En uno y otros emerge
un elemento desconocido por la literatura neoclásica y que sólo había
rozado textos como la crónica romanceada de Pantaleón Rivarola
(1807): el uso de un “nosotros” que el poeta adopta para hablar de
él, personalmente. Estamos, desde luego, ante creaciones individuales,
obra de hombres que no nos han dejado sus nombres, sino sus obras,
pero el matiz individual de la voz que canta se confunde aquí con el
manejo de una coparticipación emocional que es decretada por las for¬
mas lingüísticas adoptadas. Este subrepticio “nosotros” es el escalón
inicial para las posteriores formas insolentes de la gauchesca donde se
despliega la arrogancia del hombre que ha pisado al fin la escena his¬
tórica y se descubre como la fuerza operante. Su desplante, su humo¬
rismo rápido, su revaloración positiva del trabajo propio, de sus ha¬
bilidades y de su valor, que se verán en los cielitos atribuidos a Hidalgo
y, velados de melancolía, en sus diálogos, responden al muy reciente
descubrimiento del “nosotros, los mozos amargos” cuya liga se probó
en la revolución. Percibir ese tono es importante porque es poco du¬
radero y sólo marca el epicentro revolucionario. No se lo verá más en
la literatura nacional.
Ya se diluye en el Cielito del Blandengue retirado, cuya elabora¬
ción artística lo aproxima a los mejores momentos de Hidalgo, pero
donde comienza a apuntarse el régimen del soliloquio que dominará
mucha poesía posterior y que sólo alternará con el régimen del dis¬
curso o canto individual destinado a los demás que tiene su forma
perfecta en el Martín Fierro de José Hernández. Exactamente señala
Martínez Estrada que aquí se agota el género: con Lussich y Hernán¬
dez se cierra el gran período de la poesía gauchesca política. No porque
no siga cultivándose sino porque comenzarán a ser endechas o lamen¬
taciones individuales, testimonio de que se ha roto el sistema comu¬
nitario de los orígenes y que por lo tanto se ha impuesto también aquí
en el Río de la Plata la fragmentación individualista que ha aportado
el liberalismo económico y que ha de triturar por doquier la esperanza
de una comunidad humana, abroquelando a sus partes integrantes en
el individualismo, esporádicamente en la pareja, voluntariamente en la
familia.
Ese Cielito del Blandengue que se abre con el “no me vengan”,
a mí, exclusivamente a mí, es el primer gran fracaso de la desunión,
no voluntaria, sino forzada. En la misma época lo corrobora Hidalgo:
"¿Quién nos mojaría la oreja / si uniéramos nuestros brazos?” para
luego resumir los fatales resultados a diez años de la revolución: t( ro¬
barnos unos a otros, / aumentar la desunión, / querer todos gobernar, /
y de facción en facción / andar sin saber que andamos”. Es lógico que
en esta gran decepción caiga todo, incluyendo Artigas y los héroes de
las montoneras patrias. En el campo de las formas artísticas se genera
un "ersatz” de comunidad a través del diálogo que une a dos o tres
amigos. Es nuevamente Hidalgo el creador y su modelo tendrá la más
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larga sobrevivencia, llegando hasta el comienzo del XX: los ami¬
gos, los compadres, ¡os compañeros, intercambian sus cuitas y razones,
se consuelan y alientan, pero en definitiva están solos, desligados del
común. Si esto ocurre en las formas, algo paralelo se registra en los
temas: de ser actores de los sucesos históricos pasarán a ser testigos,
contempladores de espectáculos. Todavía en 1822 serán las fiestas ma¬
yas de Buenos Aires que rememoran la gran esperanza revolucionaria,
pero pronto serán los pequeños problemas de la vida cuando el gaucho
visita la ciudad (es el caso de Manuel Araúcho con su Diálogo de dos
gauchos, Trejo y Lucero ), luego las noticias de una guerra que no
parecen hacer, en Ascasubi; por último la infausta contemplación de
un espectáculo operístico en el teatro Colón, en la obra de Estanislao
del Campo. La nueva forma, los nuevos temas concomitantes, acarrea¬
rán por un largo período materiales políticos y sociales, tendrán una
explosividad que los hará inaceptables para los conductores del país y
por lo tanto artísticamente reprobables a los ojos de sus obsecuentes
críticos. Desde el Fausto criollo comenzarán a aceptar el producto:
es comprensible.
Al mismo tiempo la espontaneidad creativa de esta poesía política
deja paso a su aprovechamiento calculado. El poeta no se consustan¬
cia con su público sino que aprovecha el sistema para adoctrinarlo
en orientaciones políticas que pueden ser ajenas, incluso contrarias, a
los intereses del gauchaje. El poeta no sirve a su público sino a las élites
que él integra o que lo dirigen y financian. Es el momento en que se
ve ramificarse la poesía gauchesca política y comenzar a servir a las
distintas facciones, a las opuestas ideologías, a los bandos y credos ene¬
migos, por igual. Esto se hace notorio en la Banda Oriental bajo el
dominio portugués: la producción poética puede defender los propó¬
sitos del patriciado nacional, en el Cielito del Día, como puede hacer
el elogio de la paz importada por el Imperio, en el Diálogo contra las
invectivas de los disidentes de Montevideo y enemigos del sistema im¬
perial que ha adoptado esta provincia cisplatina . Ese es el panorama
presente al "blandengue retirado" cuando escribe sus rabiosos versos
desilusionados.
Dentro del mismo espíritu debe colocarse la nutrida producción
de Hilario Ascasubi, al margen de sus méritos y de la convicción que
el autor ponía en ella. Como anota en el acápite de la Media caña del
campo para los libres, su admirable, cimbreante, jocundo poema, es obra
de encargo, "exigido" por un poeta neoclásico, Florencio Varela, y su
edición financiada como un elemento de la guerra contra Rosas. De
igual modo se comportaban en el campo adversario: se encargaban y
editaban poemas contra Rivera y contra el gobierno de la Defensa. La
poesía es ahora digitada y orientada por las fuerzas en lucha como un
instrumento para caldear los ánimos militares, desalentar al enemigo,
sembrar desconfianza en su retaguardia, vencerlo psicológicamente. Co¬
mienza a responder a los grupos dirigentes, y en verdad así no lo perci¬
bieron quienes padecieron de este manejo.
Cuando lo reconozcan ya será tarde: habrán sido vencidos. Antonio
Lussich y José Hernández entonarán el responso funeral, todavía ar¬
diente, ganoso de pelea y secretamente consciente del fracaso padecido.
La comunidad a esa altura estará parsimoniosamente dividida entre las
facciones, cada una de las cuales dispondrá de equipos dirigentes en¬
cargados de sostener el dominio establecido. A los codiciosos de aquel
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viejo tiempo de la unidad revolucionaria sólo les quedará la posibilidad
de la rememoración patriótica. A ella pertenece el único texto gau¬
chesco que José Hernández escribiera, fuera de las dos partes de su
genial poema, y que es una Carta que el gaucho Martín Fierro dirige a
su amigo don Juan Manuel Blañes con motivo de su cuadro Los Treinta
y Tres en el año 1878. Cosa parecida hará E. Acevedo Díaz al encarar
el ambicioso plan de su tetralogía narrativa. Se trata de evocar, ahora;
ya el verbo poético no se conjuga en tiempo presente, sino en un
añorante tiempo pasado. La poesía política gaucha recorrió así, desde
los Poetas del Sitio hasta Lussich y Hernández el ciclo histórico de
una clase social que hizo la revolución y fue luego desalojada del
poder que había conquistado.
Angel Rama
Los poetas del sitio
l-v as composiciones siguientes, algunas atribuidas, sin mayor
seguridad, a Bartolomé Hidalgo, tueron transcritas por Francisco
Acuña de Figueroa en su Diario histórico del sitio de Montevi¬
deo, recogidas en las murallas de la ciudad: “solían los sitia¬
dores acercarse a las murallas, tendidos detrás de la contraes¬
carpa, a gritar improperios o a cantar versos".
I
II
Los chanchos que Vigodet
ha encerrado en su chiquero
marchan al son de la gaita
echando al hombro un fungeiro.
Cielito de los galleg&s,
¡ay!, cielito del dios Baco,
que salgan al campo limpio
y verán lo que es tabaco.
Vigodet en su corral
se encerró con sus gallegos
y temiendo que lo pialen
se anda haciendo el chancho
{rengo,
Cielo de los mancarrones,
¡ay! t cielo de los potrillos,
ya brincarán cuando sientan
las espuelas y el lomillo.
Los víveres que los godos
cayeron con su goleta,
pero ahi le mandamos bombas
en lugar de la galleta.
Cíelo de las vanidades,
¡ay! cielo de su tormento,
de comer tantos porotos
están muy llenos de viento.
III
No hay miedo, pues los macetas
no han de atropellar el cerco;
que Artigas anda a las yeguas
y dejó a los potros dentro.
Cielito de los reyunos,
¡ay! cielo de los porteños,
que al decir: ¡Viva la patria!
se ca. . . en los gallegos.
IV
Places, sarnoso: y ir lites
los godos encorralados,
har. perdido el pao el queso
por ser desconsiderados.
Cielo de los orgullosos,
cielo de Montevideo,
piensan librarse del sitio
y se hallan con el bloqueo.
Bartolomé Hidalgo
Cielito patriótico
que compuso un gaucho para cantar
la acción de Maipú,
No me neguéis este día ‘
cuerditas vuestro favor,
y contaré en el Cielito
de Maipú la grande acción.
Cielo, cielito que sí,
cielito de Chacabuco,
si Marcó perdió el envite
Osorio no ganó el truco.
En el paraje mentado
que llaman Cancha Rayada,
el general San Martín
llegó con la grande armada.
Cielito, cielo que sí,
era la gente lucida,
y todos mozos amargos
para hacer una embestida.
Lo saben los enemigos
y al grito ya se vinieron
y sin poder evitarlo
nuestro campo sorprendieron.
Cielito, cielo que sí,
cielito del almidón,
no te aflijas godo viejo
que ya te darán jabón.
De noche abamaron ellos
y allá tuvieron sus tratos;
compraron barato, es cierto,
¡qué malo es comprar barato!
Cielito, cielo que sí,
le dijo el sapo a la rana,
cantá esta noche a tu gusto
y nos veremos mañana.
Se reúnen los dispersos
y marchan las divisiones
y ya andaban los paisanos
con muy malas intenciones.
Allá va cielo y más cielo,
cielito de la cadena,
para disfrutar placeres
es preciso sentir penas .
Pero ¡bien ayga los indios!
ni por diablo aflojaron,
Mueran todos los gallegos,
Viva la Patria, gritaron.
Cielito digo que no,
no embrome amigo Fernando,
si la patria ha de ser libre
para que anda reculando.
Al fin el cmco de abril
se vieron las dos armadas
en el arroyo Maipú,
que hace como una quebrada.
Cielito, cielo que no,
cielito, digo que sí,
párese mi don Osorio
que allá va ya San Martín.
Empiezan a menear bala
los godos con los cañones,
y al humo ya se metieron
todos nuestros batallones.
Cielito, cielo que sí,
cielo de la madriguera,
cuanto el godo pestañó
quedó como tapadera.
Peleó con mucho coraje
la soldadesca de España.
Habían sido guapos viejos
pero no por la mañana.
Cielito, cielo que sí,
la sangre amigo corría
a juntarse con el agua
que del arroyo salía.
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Cargaron nuestros soldados
y pelaron los latones,
y todo lo que cargaron
flaquearon los guapetones.
Cielito, cielo de flores,
los de lanza atropellaron;
pero del caballo, amigo,
limpitos me los sacaron.
Osorio salió matando
al concluirse la contienda,
sin saber hasta el presente
dónde fue a tirar la rienda.
Cielito, cielo que sí,
cielito de los reveses;
nos ganaron el albur
y perdieron los entreses.
Godos como infierno, amigo,
en ese día murieron,
porque el patriota es temible
en gritando al entrevero.
Cielo, cielito que sí,
hubo tajos que era risa,
a uno el lomo le pusieron
como pliegues de camisa .
Quedó el campo enteramente
por nuestros americanos,
y Chile Ubre quedó
para siempre de tiranos.
Cielito, cielo que sí,
por ser el godo tan terco,
se ha quedado el infeliz
como avestruz contra el cerco.
Hubo muchos prisioneros
de resultas del combate,
y según todas las senas
no les habían dado mate.
Cielito, cielo que sí,
americanos, unión,
A la venida de
El que en la acción de Maipú
supo el cielito cantar,
ahora que viene la armada
el tiple vuelve a tomar.
Cielito, cielo que sí,
eche un trago amigo Andrés
para componer el pecho,
v después le cantaré.
y díganle al rey Fernando
que mande otra expedición.
Ya, españoles, se acabó
el tiempo de un tal Pizarro,
ahora como se descuiden
les ha de apretar el carro.
Cielito, cielo que sí,
cielito del disimulo,
de balde tiran la taba
Ya puede el virrey de Lima
echar su banda en remojo,
si quiere librar el cuero
vaya largando el abrojo.
Cielito, cielo que sí,
largue el mono, no sea primo,
porque cuanto se resista
ya quedó como racimo.
Viva nuestra libertad
y el general San Martín,
y publíquelo la fama
con su sonoro clarín.
Cielito, cielo que sí,
de Maipú la competencia
consolidó para siempre
nuestra augusta independencia.
Viva el gobierno presente,
que por su constancia y celo
ha hecho florecer la causa
de nuestro nativo suelo.
Cielito, cielo que sí,
vivan las autoridades,
y también que viva yo
para cantar las verdades.
Nota. — Publicado en papel
impreso anónimo y sin fecha, en
Buenos Aires, atribuido por la
crítica a Bartolomé Hidalgo.
la expedición
La Patria viene a quitarnos
la expedición española.
Cuando guste Don Fernando
agarreld. .. por la cola.
Cielito, digo que sí,
coraje y latón en mano,
y entreverarnos al grito
hasta sacarles el guano.
El conde de no sé qué
dicen que manda la armada.
Mozo mal intencionado
y con casaca bordada.
Cielito, cielo que sí,
cielito de los dragones,
ya lo verás conde viejo
si te valen los galones.
Ellos traen caballería
del bigote retorcido;
pero vendrá contra el suelo
cuando demos un silbido.
Cielito, cielo que sí,
son jinetes con exceso,
pero en levantando el poncho
salieron por el pescuezo.
Con mate los convidamos
allá en la acción de Maipú,
pero en esta me parece
que han de comer caracú.
Cielito, cielo que sí,
echen la barba en remojo,
porque según olfateo
no han de pitar del muy flojo
Ellos dirían: “Viva el Rey”,
nosotros, “La Independencia”',
y quienes son más cojudos
ya lo dirá la experiencia.
Cielito, cielo que sí,
cielito del Terutero,
el godo que escape vivo
quedará como un amero.
En teniendo un buen fusil,
munición y chiripá,
y una vaca medio en carnes
ni cuidado se nos da.
Cielito, digo que sí,
cielo de nuestros derechos,
hay gaucho que anda caliente
por tirarse cuatro al pecho.
Dicen que esclavas harán
a nuestras americanas,
para que lleven la alfombra
a los señores de España.
Cielito, cielo que sí,
la cosa no es muy liviana.
Apártese amigo Juan,
deje pasar esas ranas.
No queremos españoles
que nos vengan a mandar,
tenemos americanos
que nos sepan gobernar.
Cielito, cielo que sí,
aquí no se les afloja,
y entre las bolas y el lazo
amigo Temando escoja.
Aquí no hay cetro y coronas
ni tampoco Inquisición,
hay puros mozos amargos
contra tpda expedición.
Cielito, cielo que sí,
Unión y ya nos entramos,
y golpeándonos la boca
apagando los sacamos.
Saquen del trono, españoles,
a un rey tan bruto y tan flojo
y para que se entretenga
que vaya a plantar abrojos.
Cielito, cielo que sí,
por él habéis trabajado
y grillos, afrenta y muerte
es el premio que os ha dado.
Si de paz queréis venir,
amigos aquí hallaréis,
y comiendo carne gorda
con nosotros viviréis.
Cielito, cielo que sí,
el rey es hombre cualquiera,
y morir para que él viva,
¡la puta. . .! es una zoncera.
Si perdiésemos la acción,
ya sabemos nuestra suerte,
y pues juramos ser libres
o Libertad ó la Muerte.
Cielito, cielo que sí,
a ellos y cerrar la espuela,
y al godo que se equivoque
sumírselo basta las muelas.
Nota. — Publicado en hoja
suelta, anónima, en 1819 en Bue¬
nos Aires. Leguizamón se lo ad¬
judica a B. Hidalgo.
Cielito del gaucho de la
Guardia del Monte
Un gaucho de la Guardia del Monte contesta al manifiesto de
Femando VII, y saluda al conde de Casa-Flores con el siguiente
cielito, escrito en su idioma.
Y ya que encerré la tropilla,
y que recogí el rodeo,
voy a templar la guitarra
para explicar mi deseo.
Cielito, cielo que sí,
mi asunto es un poco largo;
para algunos será alegre,
y para otros será amargo.
El otro día un amigo,
hombre de letras por cierto,
del rey Fernando a nosotros
me leyó un gran manifiesto.
Cielo, cielito que sí,
este rey es medio sonso,
y en lugar de D. Fernando
Debiera llamarse Alonso .
Ahora que él ha conocido,
que tenemos disensiones,
haciendo cuerpo de gato
se viene por los rincones.
Cielito, cielo que sí,
guarde amigo el papelón,
y por nuestra independencia
ponga una iluminación.
Dice en él que es nuestro padre
y que lo reconozcamos;
que nos mantendrá en su gracia
siempre que nos sometamos.
Cielito digo que sí,
ya no largamos el mono,
no digo a Fernando el VII,
pero ni tampoco al nono.
Después que por todas partes
lo sacamos apagando
ahora el rey con mucho modo
de humilde la viene echando.
Cielo, cielito que sí;
ya se le murió el potrillo
y si no que se lo digan
Osorio, Marco y Morillo.
Quien anda en estos maquines
es un conde Casa-Flores,
a quien ya mis compatriotas
le han escrito mil primores.
Cielito digo que no,
siempre escoge D. Fernando
para esta clase de asuntos
hombres que andan
[deletreando.
El conde cree que ya es suyo
nuestro Río de la Plata;
j Cómo se conoce amigo
que no sabe con quien trata!
Allá va cielo, y más cielo,
delito de Casa - Flores,
Dios nos librará de plata
pero nunca de pintores.
Los que el yugo sacudieron
Y libertad proclamaron,
de un rey que vive tan lejos
lueguito ya se olvidaron.
Allá va cielo, y más cielo,
libertad, muera el tirano,
o reconocemos libres,
o adiosito y sable en mano.
¿Y qué esperanzas tendremos
en un rey que es tan ingrato
que tiene en el corazón
uñas lo mismo que el gato?
Cielito, cielo que sí,
el muchacho es tan clemente,
que a sus mejores vasallos
se los merendó en caliente.
En política es el diablo,
vivo sin comparación,
y el reino que le confiaron
se lo largó a Napoleón.
Cielito, digo que sí,
hoy se acostó con corona,
y cuando se recordó
se halló sin ella en Bayona.
Para la guerra es terrible,
balas nunca oyó sonar,
ni sabe que es entrevero,
ni sangre vio colorear.
Cielito, cielo que sí,
cielito de la herradura,
para candil semejante
mejor es dormir a obscuras.
253
Lo lindo es que al fin nos grita,
y nos ronca con enojo
si fuese algún guapo... vaya:
¡Pero que nos grite un floxo!
Cielito, digo que sí,
venga a poner su contienda,
y verá si se descuida
donde va a tirar la rienda.
Eso que los reyes son
imagen del Ser divino,
es (con perdón de la gente)
el más grande desatino.
Cielito, cielo que sí,
el evangelio, yo escribo,
y quien tenga desconfianza
venga le daré recibo.
De estas imágenes una
fue Nerón que mandó a Roma,
y mejor que él es un toro
cuando se para en la loma.
Cielito, cielo que sí,
no se necesitan reyes
para gobernar los hombres
si no benéficas leyes.
Libre y muy libre ha de ser
nuestro jefe y no tirano;
este es el sagrado voto
de todo buen ciudadano.
Cielito y otra vez cielo.
Bajo de esta inteligencia,
reconozca, amigo Rey,
nuestra augusta independencia.
Mire que grandes trabajos
nao apagan nuestros ardores,
ni lumbres, muertes, miserias,
ni aguas, fríos y calores.
Cielito, cíelo que sí,
lo que te digo, Fernando.
Confiesa que somos libres,
y no andés remoloneando.
Dos cosas ha de tener
el que viva entre nosotros,
amargo y mozo de garras
para sentársele a un potro.
Y digo cielo y más cielo,
Cielito del espínillo,
es circunstancia que sea
libertad para el cuchillo.
Mejor es andar delgado,
andar águila y sin pena,
que no llorar para siempre
entre pesadas cadenas.
Cielito, cielo que sí,
guárdense su chocolate,
aquí somos puros Indios
y sólo tomamos mate.
Y si no le agrada, venga
con lucida expedición,
pero si sale matando
no diga que fue traición.
Cielito, los españoles
son de laya tan fatal,
que si ganan es milagro,
y traición si salen mal.
Lo que el rey siente es la falta
de minas y plata y oro,
para pasar este trago
cante conmigo este coro.
Cielito, digo que no.
Cielito, digo que sí,
reciba, mi D. Fernando,
memorias de Potosí.
Ya se acabaron los tiempos
en que seres racionales
adentro de aquellas minas
morían como animales.
Cielo los reyes de España
¡La puta que eran traviesos!
nos cristianaban al grito
y nos robaban los pesos.
Y luego nos enseñaban
a rezar con grande esmero,
por la interesante vida
de cualquiera tigre overo .
Y digo cielo y más cielo,
cielito del cascabel,
¿rezaríamos con gusto
por un tal D. Pedro el Cruel?
En fin cuide amigo rey
de su vacilante trono,
y de su tierra, si puede,
haga cesar el encono.
Cielito, cielo que sí,
ya los constitucionales
andan por ver si lo meten
en algunos pajonales.
Y veremos si lo saca
la señora inquisición ,
a la que no tardan mucho
en arrimarle latón.
Cielito, cielo que sí,
ya he cantado lo que siento,
supliendo la voluntad
la falta de entendimiento.
254
Nuevo diálogo patriótico
entre Ramón Contreras, gaucho de la Guardia del Monte y
Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo.
Chano
¿Qué dice, amigo Ramón,
qué anda haciendo por mi pago
en el zaino parejero?
Contreras
Amigo, lo ando variando,
porque tiene que correr
con el cebruno de Hilario.
Chano
¡Qué me cuenta! si es ansí
voy a poner ocho a cuatro
a favor de este bagual.
Mire amigo que es caballo
que en la rompida no más
ya se' recostó al contrario .
Contreras
¿Y cómo jue desde el día
que estuvimos platicando?
Chano
Con salú; pero sin yerba;
desensille su caballo,
tienda su apero y descanse.
Toma este pingo, Mariano,
y con el bayo amarillo
camina y acolláralo.
Mire que de aquí a la Guardia
hay un tirón temerario!
Contreras
Y con tantos aguaceros
está el camino pesao,
y malevos que da miedo
anda uno no más topando.
Lo güeno que yo afilé
a mi gusto el envenao,
lo hice con las de domar
cuatro preguntas al zaino,
y en cuanto lo vi ganoso,
y que se iba alborotando,
le aflojé todo y me vine,
Pero siempre maliciando .. .
Ve ¡ay yerba, amigo viejo,
iremos cimarroniando.
Chano
¿Y cómo va con la Patria
que me tiene con cuidado?
Ayer unos oficiales
cayeron por lo de Pablo
y mientras tomaban mate,
lo asentaron, y mudaron,
leyeron unas noticias
atento del rey Fernando,
que solicita con ansia
por medio de diputados
ser aquí reconocido
su Constitución jurando.
Contreras
Anda el runrún hace días,
por cierto no lo engañaron;
los diputados vinieron,
y desde el barco mandaron
toda la papelería
a nombre del rey Fernando.
Y venían roncadores. ..
la pu. .. los maturrangos!
Pero amigo nuestra Junta
al grito les largó el guacho
y les mandó una respuesta
más linda que San Bernardo.
Ah gauchos escribinistas
en el papel de un cigarro!
Viendo ellos que no embocaban,
y que los había torniao,
alzaron los contrapesos
y dando güeltas al barco,
se jueron sin despedirse .. .
Vayan con doscientos diablos.
Chano
Mire que es hombre muy rudo
ei amigo don Fernando:
lo contemplo tan inútil
asigún le he figurao,
que creo que ni silbar
sabe, como yo soy Chano.
De balde dimos de baja
a todos sus mandatarios,
y por nuestra libertá
y sus derechos sagraos
nos salimos campo ajuera,
y al enemigo topando,
el poncho a medio envolver
y el alfajor en la mano,
con el corazón en Dios
y en el santo escapulario
de nuestra Virgen del Carmen,
haciendo cuerpo de gato;
sin reparar en las balas
ni en los fuertes cañonazos,
nos golpiamos en la boca
y ya nos entreveramos;
y a este quiero, a este no quiero,
los juimos arrinconando,
y a un grito: }Viva la Patria!
el coraje redoblamos,
y entre tiros y humadera,
entre reveses y tajos,
empezaron a flaquiar
y tan del todo aflojaron,
que de esta gran competencia
ni memoria nos dejaron.
De balde en otras aiciones
les dimos contra los cardos;
y si no que le pregunten
a Posadas el mentao
cómo le jue allá en Las Piedras
y después allá en los barcos.
Diga Tristán ... mas no quiero
gastar pólvora en chimango,
porque era Tristán más triste
que hombre pobre enamorado.
Mués as en la del Cerrito;
Marcó flojo y sanguinario
en la alción de Chacabuco.
Osorio es hombre fortacho
allá en los Cerros de Espejo
en la pendencia dé Maipo;
hable Quimper y ese O f Relly
y otros muchos que abura callo.
Todo es de balde , Contreras,
pues si conoce Fernando
que aunque haga rodar la taba
culos no más sigue echando,
¿no es una barbaridá
el venir abura roncando?
Mejor es que duerma un poco,
porque amigo f a sus vasallos
el nombre de Liberta
creo que les va agradando,
y como él medio se acueste,
cuanto se quede roncando,
ya le hicieron trus la vaca
y ya me lo capotiaron.
Contreras
¡Ah Chano, si de sabido
perdiz se hace entre las manos,
cuanto me ha dicho es ansina
y yo no puedo negarlo;
pero esté usté en el aquel
que ellos andan cabuliando
a ver si nos desunimos
del todo, y en este caso
arrancarnos lo que es nuestro
y hasta el chiripá limpiarnos.
Chano
/No toque amigo ese punto
porque me llevan los diablos!
¿Quién nos mojaría la oreja
si uniéramos nuestros brazos?
No digo un Rey tan lulingo:
mas ni todos los tiranos
juntos, con más soldadesca
que hay yeguada en nuestros
{ campos
nos habían de hacer roncha;
pero amigo es el trabajo
que nuestras desavenencias
nos tienen medio atrasaos,
¡Ah! sangre, amigo, preciosa,
¡tanta que se ha derramao!
¡No es un dolor ver, Contreras,
que ya los americanos
vivimos en guerra eterna
y que al enemigo dando
ratos alegres y güenos
los tengamos bien amargos?
Pero yo espero desta hecha
saludar al Sol de Mayo,
en días más lisonjeros
unido con mis hermanos,
y ansí no hay que arrecular,
que ya San Martín el bravo
está en las puertas de Lima
con puros mozos amargos,
soldadesca corajuda,
y sigún me han informao
en Lima hay tanto patriota
que Pezuela anda orejiando,
y en logrando su redota
ha de cambiar nuestro Estado,
pues renace el patriotismo
en el más infeliz rancho.
Contreras
Sí señor, dejuramente.
/Ah momento suspirao!
Y en cuanto esto se concluya
al grito nos descolgamos
con latón y garabina,
a suplicarle a un tapao
que largue no más lo ajeno,
porque es terrible pecao
contra el gusto de su dueño
usar lo que no se ha dao;
y en concensia yo no quiero
—porque soy muy güen
{cristiano —
que ninguno se condene
por hecho tan temerario.
Chano
Eso sí, Ramón Contreras.
¿Se acuerda del fandangazo
que vimos en lo de Andújar
cuando el general Belgrano
hizo sonar los cuentos
en Salta a los maturrangos?
Por cierto que en esta aición
—sin intención de dañarnos —
hizo un barro el general
que aún hoy lo estamos pagando:
él quiso ser generoso
y presto miró su engaño,
cuando hizo armas en su contra
el juramentao Castro,
que quebrantando su voto
manchó su honor y su grao.
Estas generosidades
muy lejos nos han tirao,
porque el tirano presume
que un proceder tan bizarro
sólo es falta de justicia;
pero esto ya se ha pasao,
y no sera malo amigo
si por fin escarmentamos.
Por ahura saque el cuchillo,
despachemos este asao
y sestiaremos después,
para ir a lo del Pelao
a ver si entre su manada
está, amigo, mi picazo,
que hace días que este bruto
de las mansas se ha apartao.
Comieron con gran quietú,
y después de haber sestiao
ensillaron medio flojo,
y se salieron al tranco
al rancho de Andrés Bordón
alias el Indio Pelao
que en las pendencias de arriba
sirvió de triste soldao,
y en Vilcapujio de un tiro
una pierna le troncharon.
Dieron el grito en el cerco,
los perros se alborotaron;
Bordón dejó la cocina,
los hizo apiar del caballo;
y lo que entre ellos pasó
lo diremos más despacio
en otra ocasión, que en esta
ya la pluma se ha cansao.
Diálogo patriótico interesante
entre Jacinto Chano, capataz de ana estancia en las islas
del Tordillo, y el gaucho de la Guardia del Monte.
Contreras
¡Conque amigo! ¿Diaónde
[diablos
sale? Meta el redomón,
desensille, votoalante...
¡Ah pingo que da calor!
Chano
De las islas del Tordillo
salí en este mancarrón;
¡Pero si es trabuco. Cristo!
¿Cómo está señó Ramón?
Contreras
Lindamente, a su servicio.
¿Y se vino del tirón?
Chano
Sí, amigo; estaba de balde,
y le dije a Salvador:
Andá, traéme el azulejo,
apretamelé el cinchón
porque voy a platicar
con el paisano Ramón.
Y ya también salí al tranco,
y en cuanto se puso el sol
cogí el camino y me vine;
cuando en esto se asustó
el animal, porque el poncho
las verijas le tocó...
¡Qué sosegarse este diablo!
A bellaquear se agachó
y conmigo a unos zanjones
caliente se enderezó.
Viendomé medio atrasado
puse el corazón en Dios
y en la viuda, y me tendí;
y tan lindo atropelló
este bruto, que las zanjas
como quiera las salvó.
¡Eh puta el pingo ligero
bien haya quien lo parió!
Por fin después de este lance
del todo se sosegó,
y hoy lo sobé de mañana
antes de salir al sol,
de suerte que está el caballo
parejo que da temor.
Contreras
¡Ah, chano... pero si es
[liendre
en cualquiera bagualón!.. .
Mientras se calienta el agua
y echamos un cimarrón
¿Qué novedades se corren?
Chano
Novedades, .. qué sé yo;
hay tantas que uno no acierta
a qué lado caerá el dos,
aunque le esté viendo el lomo
todo el pago es sabedor
que yo siempre por la causa
anduve al frío y al calor.
257
Cuando la primera patria
al grito se presentó
Chano con todos sus hijos,
j Ah tiempo aquél, ya pasó!
Si fue en la patria del medio
lo mismo me sucedió,
pero amigo en esta patria...
alcancemé un cimarrón.
Coniferas
No se corte, déle guasca,
siga la conversación,
velay mate: todos saben
que Chano, el viejo cantor
a donde quiera que vaya
es un hombre de razón,
y que una sentencia suya
es como de Salomón.
Chano
Pues bajo de ese entender,
emprestemé su atención,
y le diré cuanto siente
este pobre corazón,
que como tórtola amante
que a su consorte perdió,
y que anda de rama en rama
publicando su dolor;
así yo de rancho en rancho
y de tapera en galpón,
ando triste y sin reposo,
cantando con ronca voz
de mi patria los trabajos,
de mi destino el rigor.—
En diez años que llevamos
de nuestra revolución
por sacudir las cadenas
de Fernando el balandrón
¿qué ventaja hemos sacado?
Las diré con su perdón.
Robarnos unos a otros,
aumentar la desunión,
querer todos gobernar,
y de facción en facción
andar sin saber que andamos:
resultando en conclusión
que hasta el nombre de paisano
parece de mal sabor,
y en su lugar yo no veo
sino un eterno rencor
y una tropilla de pobres,
que metida en un rincón
canta al son de su miseria:
¡No es la miseria mal son!
Coniferas
¿Y no se sabe en qué diasques
este enredo consistió?
¡La pujanza en los paisanos
que son de mala intención!
Ud. que es hombre escribido
por su madre digaló,
que aunque yo compongo cielos
y soy medio payador.
a Ud. le rindo las armas
porque sabe más que yo.
Chano
Desde el principio, Contreras,
esto ya se equivocó.
De todas nuestras provincias
se empezó a hacer distinción,
como si todas no fuesen
alumbradas por un sol;
entraron a desconfiar
unas de otras con tesón,
y al instante la discordia
el palenque nos ganó,
y cuanto nos descuidamos
al grito nos revolcó.
¿Porque nadie sobre nadie
ha de ser más superior?
El mérito es quien decide,
oiga una comparación:
quiere hacer una volteada
en la estancia del Rincón
el amigo Sayavedra.
Pronto se corre la voz
del pago entre la gauchada;
ensillan el mancarrón
más razonable que tienen,
y alfilando el alfajor
se vinieron a la oreja
cantando versos de amor;
llegan, voltean, trabajan;
pero, amigo, del montón
reventó el lazo un novillo
y solito se cortó,
y atrás dél como langosta
el gauchaje se largó...
¡Qué recostarlo, ni en chanza!
Cuando en esto lo atajó
un muchacho forastero,
y a la estancia lo arrimó.
Lo llama el dueño de casa,
mira su disposición
y al instante lo conchaba.
Ahora pues pregunto yo:
¿El no ser de la cuadrilla
hubiera sido razón
para no premiar al mozo?
Pues oiga la aplicación.
La ley es una no más,
y ella da su protección
a todo el que la respeta.
El que la ley agravió
que la desagravie al punto:
esto es lo que manda Dios,
lo que pide la justicia
y que clama la razón;
sin preguntar si es porteño
el que la ley ofendió,
ni si es salteño o puntano,
ni si tiene mal color.
Ella es igual contra el crimen
y nunca hace distinción
de arroyos ni de lagunas
de rico ni pobretón:
para ella es lo mismo el poncho
que casaca y pantalón:
2SR
pero es platicar de balde,
y mientras no vea yo
que se castiga el delito
sin mirar la condición,
digo que hemos de ser libres
cuando hable mi mancarrón.
Coniferas
Es cierto cuanto me ha dicho,
y mire que es un dolor
ver estas rivalidades,
perdiendo el tiempo mejor
sólo en disputar derechos
hasta que ¡no quiera Dios!
se aproveche algún cualquiera
de todo nuestro sudor.
Chano
Todos disputan derechos,
pero amigo sabe Dios
si conocen sus deberes;
de aquí nace nuestro error,
nuestras desgracias y penas;
yo lo digo, sí señor,
¡Qué derechos ni qué diablos!
Primero es la obligación,
cada uno cumpla la suya,
y después será razón
que reclame sus derechos;
así en la revolución
hemos ido reculando,
disputando con tesón
el empleo y la vereda,
el rango y la adulación.
Y en cuanto a los ocho pesos...
¡el diablo es este Ramón!
Coniferas
Lo que a mí me causa espanto
es ver que ya se acabó
tanto dinero, por Cristo;
mire que daba temor
tantísima pesería!
¡Yo no sé en qué se gastó!
Cuando el general Belgrano
(que esté gozando de Dios)
entró en Tucumán, mi hermano
por fortuna lo topó,
y hasta entregar el rosquete
ya no lo desamparó.
¡Pero ah contar de miserias!
De la misma formación
sacaban la soldadesca
delgada que era un dolor!
Con la ropa hecha miñangos,
y el que comía mejor
era algún trigo cocido
que por fortuna encontró.
Los otros cual más cual menos
sufren el mismo rigor.
Si es algún buen oficial
que al fin se inutilizó,
da cuatrocientos mil pasos
pidiendo por conclusión
un socorro; no hay dinero.
Vuelva... todavía no ...
Hasta que sus camaradas
(que están también de mi flor)
le largan una camisa,
unos cigarros y a Dios.
Si es la pobre y triste viuda
que a su marido perdió
y que anda en las diligencias
de remediar su aflicción,
lamenta su suerte ingrata
en un mísero rincón—.
De composturas no hablemos;
vea lo que me pasó
al entrar en la ciudad;
estaba el pingo flacón
y en el pantano primero
lueguito ya se enterró,
seguí adelante ¡ah barriales!
Si daba miedo, señor.
Andube por todas partes
y vi un grande caserón
que llaman de las comedias,
que hace que se principió
muchos años, y no pasa
de un abierto corralón,
y dicen los hombres viejos
que allí un caudal se gastó,
tal vez al hacer las cuentas
alguno se equivocó
y por decir cien mil pesos...
Velay otro cimarrón.
Si es en el paso del ciego
allí Tacuara perdió
la carreta el otro día;
y él por el paso cortó
porque le habían informado
que en su gran composición
se había gastado un caudal.
Con _que amigo no sé yo
por más que estoy cabilando
a donde está el borbollón—.
Chano
Eso es querer saber mucho—.
SÍ se hiciera una razón
de toda la plata y oro
que en Buenos-Aires entró
desde el día memorable
de nuestra revolución,
y después de buena fe
se diera una relación
de los gastos que han habido,
el pescuezo apuesto yo
a que sobraba dinero
para formar un cordón
desde aquí a Guasupicúa;
pero en tanto que al rigor
del hambre perece el pobre,
el soldado de valor,
el oficial de servicios,
y que la prostitución
se acerca a la infeliz viudad
que mira con cruel dolor
padecer a sus hijuelos.
259
entretanto el adulón,
el que de nada sirve
y vive en toda facción,
disfruta grande abundancia;
y como no le costó
nada el andar remediado
gasta más pesos que arroz—
Y amigo de esta manera,
en medio del pericón
el que tiene es D. Fulano,
y el que perdió se amoló;
sin que todos los servicios
que a la patria le prestó,
lo libren de una roncada
que le largue algún pintor.
Contreras
Pues yo siempre oí decir
que ante la ley era yo
igual a todos los hombres—.
Mismamente, así pasó,
y en papeletas de molde
por todo se publicó;
pero hay sus dificultades
en cuanto a la ejecución.
Roba un gaucho unas espuelas,
o quitó algún mancarrón,
o del peso de unos medios
a algún paisano alivió:
lo prenden, me lo enchalecan.
Y en cuanto se descuidó
le limpiaron la caracha,
y de malo y salteador
me lo tratan, y a un presidio
lo mandan con calzador;
aquí la ley cumplió, es cierto,
y de esto me alegro yo,
quien tal hizo que tal pague.
Vamos pues a un señorón.
Tiene una casualidad...
ya se ve... se remedió ...
un descuido que a cualquiera
le sucede, sí señor.
Al principio mucha bulla,
embargo, causa, prisión,
van y vienen, van y vienen,
secretos, admiración,
¿qué declara? que es mentira,
que él es un hombre de honor.
¿Y la mosca? no se sabe,
el estado la perdió,
el preso sale a la calle
y se acaba la función,
¿Y esto se llama igualdad?
La perra que me parió!
En fin, dejemos, amigo,
tan triste conversación,
pues no pierdo la esperanza
de ver la reformación.
Paisanos de toda layas,
perdonad mi relación:
ella es hija de un deseo
puro y de buena intención.
Valerosos generales
de nuestra revolución,
gobierno a quien le tributo
toda mi veneración,
que en todas vuestras acciones
os dé su gracia el Señor,
para que enmendéis la plana
que tantos años se erró:
que brille en vuestros decretos
la justicia y la razón,
que el que la hizo la pague,
premio al que lo mereció,
guerra eterna a la discordia
y entonces sí creo yo
que seremos hombres libres
y gozaremos el don
más precioso de la tierra:
americanos, unión,
os lo pide humildemente
un gaucho con ronca voz
que no espera de la patria
ni premio ni galardón,
pues desprecia las riquezas
porque no tiene ambición,
y con esto hasta otro día,
mande usté amigo Ramón
a quien desea servirle
con la vida y corazón.
Esto dijo el viejo Chano
y a su pago se marchó,
Ramón se largó al rodeo
y el diálogo se acabó.
Anónimo
Cielito del Blandengue
retirado
No me vengan con embrollas
de Patria ni montonera ,
que para matarse al ñudo
le sobra tiempo a cualquiera.
Cielito, cielo que sí,
cielito de Canelones,
qué Patria ni qué carancho
han de querer los ladrones.
Vayan al Diablo, les digo,
con sus versos y gacetas,
que no son sino mentiras
para robar las pesetas.
Cielito, cielo que sí,
cielito del dios Cupido,
para decir las verdades
yo nunca licencia pido.
Dos veces me han engañado
como a negro de Guinea,
y por poquito ... / barajo!
no me venden con librea.
Allá va cielo señores,
vaya cielito y más cielo,
por esta vez no me cogen
aunque me pongan siñuelo.
Sarratea me hizo cabo,
con Artigas jui sargento,
el uno me dio cien palos
y el otro me arrimó ciento.
Cielito, cielo que sí,
cielito del corazón,
para no pagarme sueldo
era güeña la ración.
A Blasito hei conocido
y también a Encarnación,
que eran Feges alentados
para una degollación.
Cielito, cielo que sí,
miráme cielo siquiera,
cuando tomaban la tranca
¡la pucha! qué polvadera.
Cansado de padecer
me retiré del servicio
con muchos piojos de más
y de menos un oficio.
Cielito, cielo que sí,
cielito de los Blandengues,
también me falta una pierna
y me sobran perendengues.
Cuatro vacas hei juntado
a juerza de trabajar,
y agora que están gordas
ya me las quieren robar.
Cielito, cielo que sí,
oye cielo mis razones,
para amolar a los zonzos
son estas regoluciones.
Yo conozco a los puebleros
que mueven todo el enriedo,
son uno hijos de puta,
ladrones que meten miedo .
Cielito, cielo que sí,
vaya un cielo para todos,
mira qué lindos patriotas
los portugueses y godos.
La vez pasada anduvieron
por estos campos de Dios
gritando paz y sosiego
Don Lorenzo y don Muñoz.
261
Cielito, cielo que sí,
ay cielito de mi tierra,
si entonces pedían paces
¿por qué agora piden guerra?
A Vázquez el comisario,
Juan Benito y Antolín,
desde el sitio tengo ganas
de tocarles el violín.
Cielito, cielo que sí,
allá va cielo, señores,
si quieren verlos contentos,
que los hagan provedores.
Ojalá salgan ajuera
con toíta su pandilla,
que un remedio hei de
{ enseñarles
para matar la polilla.
Cielito, cielo que sí,
tan cierto como el miar,
estos son los alcagüetes
de Don Car Utos Alviar.
Basta de cielo señores,
que la prima me ha faltado,
y de cantar tan seguido
me siento medio cansado.
Cielito, cielo que sí,
vaya un betún por detrás:
tres patria hei conocido,
no quero conocer más.
Nota. — Publicado en papel
anónimo» sin fecha ni lugar, pro¬
bablemente entre 1822 y 1823.
Manuel de Araúcho
Diálogo de dos gauchos:
Trejo y Lucero
Trejo Lucero
¿Qué me dice amigo Lucero?
¿De aónde viene tan sudao?
Que ¿anduvo corriendo yeguas
o voleando algún venao?
Lucero
Quítese, amigo, por Cristo,
porque vengo reventando.
¡La pucha, digo en los hombres
se están haciendo los zainos
para escupir cuatro reales. ..
Mande que vayan cebando
un mate cito ño Trejo,
y vamos un verde echando,
mientras le saco el apero
a este mi mancarrón bayo
porque ya lo ve que tiene
el corazón palpoteando.
Trejo
Pero diga de aonde viene.. •
Chepa alcanzónos un banco
y arrimóte la agua al fuego.
Iremos cimarroneando
que la yerva está barata. ..
Vaya picando un cigarro,
velai tabaco; y de ahi diga,
¿qué es eso que le ha pasao?
¿De aónde he de venir? Del
{pueblo,
que cuasi me han trajinao;
amigo el diablo anda suelto.
Jui a ver un viejo ricacho
que me debía cien grullos,
de un aparte de ganao
porque él tiene matadero ...
Trejo
Perdone si yo le atajo
su palabra honrada, amigo;
ese mate que le han dado
vea si está bien caliente:
cebónos Chepa, pelando,
ya sabés que ño Lucero
no es hombre muy maturrango.
Lucero
De lo lindo lo mejor ...
Pues como digo: es el caso
que dejo el bayo en la puerta,
por delante me la chanto,
y le dije: "A.quí he venío
—si no le sirve de enfado —
a que su mercé me pague
los cien pesos del ganao;
aquí está la papeleta,
262
yo estoy muy necesitao,
y si no fuera por eso
no viniera a incomodarlo”,
Y el hijo de ,. . tente lengua,
sale diciendo: "Paisano,
ya usté ve las circunstancias,
lo que la plata ha bajao
y los atrasos que tengo
con esa paz de los diablos;
de todo hay, menos billetes,
y he suspendido mis pagos”.
Me quedé ardiendo, ño Y rejo,
y le digo: "¿Está chanceando
usté patrón, o de veras
no quiere largar el guacho?”,
"Ni un medio tengo —me dice —
porque me encuentro quebrao.. .”
Eché mano al alfajor
diciéndole: "Ladronazo,
largue el mono, hijo de ángulo,
o si no le saco el guano”,
Trejo
¿Por qué no le atracó, amigo?
Lucero
Yo por atracarle el tajo
estaba, bien sabe Dios,
tan cierto como ése es bayo,,,
Saliéndome de la vaina,
la orina me había engañao.
Ya me le afirmo, ya no,
ya tenía el cabo blanco
apuntándole al mondongo,
cuando me ha dicho: "Cuñao,
le voy a entregar su plata”.
Yo me lo agarré de urt brazo
y él enderezó a una caja
que se parece a un armario,
que llaman escribatura,
y sacó unos talegazos
que lo que los vi decía
yo a mi poncho: ¡pa los pabosf
¡Quién te agarrara chuspita
en una mesa de paro
para hacerte vomitar
en cuatro suertes el cuajo!
"Tome Ud., pues, su dinero”
—esto lo dijo sacando
cien pesos de otro cajón
donde tenía empaquetao
más papel que todo el que hai
aonde le llaman el Banco —.
Le eché las mansas, al grito,
y dándole un juerte abrazo
que lo hice pujar al hombre
con aquel apretonazo,
le dije: "Ud. no se asuste
porque esto lo hago chanceando;
si le hace falta el dinero
disfrute Ud. de él paisano”.
Me respondió: "Muchas gracias”;
salí y monté en mi caballo.
Trejo
Pues Lucero, si soy yo,
le largo la rienda al llanto ;
le aprieto la mano amigo
para que no sean tan mansos
para no pagar lo ajeno
y no se hagan los quebraos.
De una pierna habían de ser,,,
Después que nos ka?i sacao
el añil esos tenderos,
que por cualesquiera trapo
nos pedían el corazón . ..
¿Cuánto piensa que ha costao
a este pobre que usté vé
un par de zapatos zainos,
que se le antojó un domingo
a esta Chepa de los diablos
para irse a la cazuela
con un peasito bordao?
Puez diez pesos nada menos:
¡vea si serán marrajosf
Pero siga, ño Lucero
que siento haberlo atajado.
Lucero
De allí yo me fui derecho
a ver si tomaba un trago.
Fui al café de Catalanes,
había un monte soberano
y en dos entreses, amigo,
me dejaron tiritando,
porque Ud. sabe ño Trejo
que soy hombre taurazo,
que a nadie le culancheo
y que cuando hay barro a mano
—dirán en las pulperías —
que en un apunte me manco,
263
o hago alguna barredera
que dejo a todos sentaos.
Trejo
¿Pero será cierto amigo
que no hay quien pague un
{ochavo?
Lucero
Qué, amigo, si eso no es nada;
si Ud. va al pueblo, borracho
ha de volver con lo que hay,
sin siquiera oler un vaso
con que hasta los panaderos
porque se les ha mandao
que ya no amasen de amedio
m el pan blanco ni el paubazo,
si serán pillos ño Trejo,
¡también se andan emperrando!
Ya no amasan pan,
se nos quedan empacaos
el pueblo casi no come
¿y lo estamos aguantando?
Trejo
¿Qué me dice ño Lucero?
¿A este estao hemos lie gao?
¿Pues sabe que estamos frescos?
¿Y cómo esos desastraos,
no quieren pagar el trigo
si no a unos precios tan bajos?
Vamos al rodeo, amigo,
que nos dé el viento del campo,
porque ya estoy muy caliente
y puede tentarme el diablo,
de irme al pueblo agora mismo,
y con un garrote, a palos,
comenzar por los del pan
y acabar por los quebraos .
Salieron los dos amigos,
y montaron a caballo.
Ño Trejo se fue al rodeo
y Lucero fue a su pago.
Nota. — Pertenece al libro Un
paso en el Pindó, en el cual Ma¬
nuel de Araúcho recogió, en 1835 ,
su producción dispersa.
Hilario Ascasubi
Cielito gaucho
Compuesto en la ciudad de Montevideo en febrero de
1843, a la salud del coronel D. Melchor Pacheco 7
Obes, por el soldado José Crudo, de la división Medina.
Vaya un cielito rabioso,
cosa linda en ciertos casos
en que anda . un hombre ganoso
de divertirse a balazos.
¡Ay, cielo, cielo y más cielo!
este año por las cuchillas,
a costa de la invasión,
hemos de comer morcillas.
Cierto es que los mazorqueros
se nos vienen al pescuezo
con asierra y alfajor,
y ¿qué han de sacar con eso?
Digo, cielo, que el serrucho,
no se usa en nuestra campaña;
pero ya que lo hacen moda
también nos daremos maña.
Llegado el caso, a la juerza
hemos de andar muy contentos
con lanza, latón y bolas,
y a más, serrucho a los tientos.
Allá va cielo y más cielo,
siendo pareja la guerra,
lo mismo es tierno que blando,
lo mismo sierra que asierra.
Acá no somos muy pocos,
allá diz que son más muchos;
quiere decir, que nosotros
menearemos más serrucho.
Cielito, cielo, eso sí:
estamos en nuestra cancha,
y hemos de desempeñarnos
mucho mejor que en Cagancha.
Aunque en el Arroyo Grande
perdimos una jugada,
no ha sido cosa: la erramos
de lleva en esa parada.
264
Digo, mi cielo, cielito,
cielo de Martín Sorondo,
acá verán si don Frutos
les ha de cubrir el fondo.
¡Ea, rosines!, ¡a ver
ese valor federal,
si sujeta como quiera
a la gauchada oriental!
Allá va, cielo y más cielo,
¡qué Cristo han de sujetar!
si somos tan presumidos
para esto de no aflojar.
Son de balde esas balacas,
que han de tomar la ciudad:
¿no ven que coger un zorro
tiene su dificultad?
Cielito, cielo, bien saben,
mientras viva don Frutuoso,
llegar a Santa Lucía
les ha de ser trabajoso.
Con una yegua bellaca
y un cuero viejo a la cola,
los hemos de entretener,
y de ahi, que corra la bola.
Cielito, cielo y más cielo,
cielito de las tres cruces,
con esta sola maniobra
han de montar avestruces.
En teniendo redomones
y bolas como tenemos
y que nos mande don Frutos
ya ni chiripá queremos.
Digo, mi cielo, y si piensan
que andamos muy desaviaos,
ya verán cuando les llueva
bala y corvo a todos laos.
¿Presumen que a infantería
nos han de medio pasar?
¡poquita es la morenada
que les hemos de soltar!
¡Cielito, cielo y más cielo,
cielito de la ciudá,
que ha hecho cuatro mil infantes
la ley de la libertá!
¡Ah, cosa! es ver los morenos
bramando como novillos,
preguntando a cada rato:
"onde e que está essem
[branquillos”.
Allá va, cielo y más cielo,
cielito de Canelones,
atiendan como se explican
en todos los batallones:
t( Lijalo no má vinise
a ese rosine tlompeta,
que cuando le tropellamo
¡Ion diablo que no sujeta!”.
¡Ay, cielo, cielo y más cielo,
cielito digo, que sí;
no hay duda, están los morenos
más bravos que cumbaría!
¡Viva pues la infantería
y los Guardias Nacionales,
marinos y artillería,
y todos los orientales!
¡Cielito, cielo y más cielo,
cielito de la despedida,
muera Rosas y seremos
libres por toda la vida!
265
Retruco a Rosas
Por una infame calumnia que publicó en Buenos
Aires respecto al general don José María Paz
Gaucho embustero, mentís
brutalmente en cuanto hablas
contra del general Paz,
y en lo demás que decís .
Pues de balde te aflijís,
ya tu carta es conocida,
y en todas partes sabida
la aflición en que te hallas;
y para apurarte más
yo te buscaré la vida.
La refalosa
Amenaza de un mazorquero y degollador de los sitiadores
de Montevideo dirigida al gaucho Jacinto Cielo, gacetero y
soldado de la "Legión Argentina", defensora de aquella plaza.
Mirá, gaucho salvajón,
que no pierdo la esperanza,
y no es chanza,
de hacerte probar qué cosa
es Tin tin y Refalosa.
Ahora te diré cómo es:
escuchá y no te asustés;
que para ustedes es canto
más triste que un viernes santo.
Unitario que agarramos
lo estiramos;
o paradito nomás,
por atrás,
lo amarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros,
y ligao
con un mamador doblao,
ya queda codo con codo
y desnudito ante todo.
/ Salvajón!
Aquí empieza su aflición.
Luego después, a los pieses
un sobeo en tres dobleces
se le atraca,
y queda como una estaca
lindamente asigurao,
y parao
lo tenemos clamoriando;
y como medio chanciando
lo pinchamos,
y lo que grita, cantamos
la refalosa y tin tin,
sin violín .
Pero seguimos el son
en la vaina del latón,
que asentamos
el cuchillo, y le tantiamos
con las uñas el cogote.
¡Brinca el salvaje vilote
que da risa!
Cuando algunos en camisa
se empiezan a revolcar,
y a llorar,
que es lo que más nos divierte;
de igual suerte
que al Presidente le agrada,
y larga la carcajada
de alegría,
al oir la musiquería
y la broma que le damos
al salvaje que amarramos.
Finalmente:
cuando creemos conveniente,
después que nos divertimos
grandemente, decidimos
que al salvaje
el resuello se le ataje;
y a derechas
lo agarra uno de las mechas,
mientras otro
lo sujeta como a potro
de las patas,
que si se mueve es a gatas.
Entretanto,
nos clama por cualquier santo
tiene el cielo;
pero ahi nomás por consuelo
a su queja,
abajito de la oreja,
con un puñal bien templao
y afilao,
que se llama el quita penas,
le atravesamos las venas
del pescuezo.
¿Y qué se le hace con eso?
266 ■
larga sangre que es un gusto
y del susto
entra a revolver los ojos.
¡Ah, hombres flojos!
hemos visto algunos de estos
que se muerden y hacen gesto:
y visajes
que se pelan los salvajes,
largando tamaña lengua;
y entre nosotros no es mengua
el besarlo,
para medio contentarlo.
¡Qué jarana!
nos reimos de buena gana
y muy mucho,
de ver que hasta les da chucho;
y entonces lo desatamos
y soltamos;
y lo sabemos parar
para verlo refalar
¡en la sangre!
hasta que le da un calambre
y se cai a patalear,
y a temblar
muy fsero, hasta que se estira
el salvaje; y, lo que espira,
le sacamos
una lonja que apreciamos
el sobarla,
y de manea gastarla.
De ah i se le cortan orejas,
barba, patilla y cejas;
y pelao,
lo dejamos arrumbao,
para que engorde algún chancho,
o carancho.
Con que ya ves, Salvajón;
nadita te ha de pasar
después de hacerte gritar:
¡Viva la Federación!
Media Caña del campo para
los libres
La composición siguiente me fue exigida en Montevideo
por mi respetable amigo el Dr. D. Florencio Varela, quien a su
costa la mandó imprimir con profusión para mandarla como un
obsequio al Ejército Argentino Libertador que en esos días inva¬
dió a Entre Ríos a las órdenes del valeroso general Juan Lavalle.
También con esta composición celebré la espléndida victo¬
ria obtenida por las tropas orientales al mando del señor general
D. Fructuoso Rivera, sobre el ejército de D. Juan Manuel de
Rosas, que invadió a la República Oriental a las órdenes del
general D. Pascual Echagüe, el cual fue completamente vencido
en la batalla de Cagancha el 29 de diciembre de 1839.
Al potro que en diez años
naides lo ensilló,
don Frutos en Cagancha
se le acomodó,
y en el repaso
le ha pegado un rigor
superiorazo.
Querélos mi vida a los orientales
que son domadores sin dificultades.
¡Que viva Rivera! ¡que viva Lavalle!
Tenémelo a Rosas... que no se desmaye.
Media caña,
a campaña.
Caña entera,
como quiera.
Vamos a Entre Ríos, que allá está Badana,
a ver si bailamos esta media caña:
que allá está Lavaüe tocarlo
y don Frutos quiere seguirla basta el fin.
Los de Cagancha
se le afirman al diablo
en cualquier cancha.
A ese Rosas mentao
tenemos gana
de ver si lo sobamos
como a Badana;
porque es la gala
de un oriental tirarse
con gente mala.
Desde Entre Ríos vamos a toriarlo;
pues Lavalle sólo quiere basuriarlo.
Déjenselo al Rubio, que es de su ensillar,
y aunque muerda el freno lo ha de sujetar.
Caña entera,
no lo espera:
media caña,
es su maña.
Y ahora que a Macana, que fue haciendo bulla,
la jaca lancera le metió la pulla,
y ahora que a Badana y al morao Urquiza
la correntinada les saca la frisa ...
I que viva Ferré,
que ha jurao a la Patria
morir o vencer!
Frente a la Bajada
está Lavalle,
con toda la mozada
de Güenos Aires.
Y Mascarilla,
dicen que está muy flaco
para morcilla.
Ea, mascarita, veremos a ver
si sos cualquier cosa, o has de endurecer:
allá va Badana, júntate con él,
que es de los más crudos de Don Juan Manuel.
Caña aguada,
¡qué mamada!
Caña pura,
es más dura.
Dale china, sale al Restaurador,
que chupe y se ponga de más buen humor.
Mira que ya el hombre entra a desconfiar,
que los propios suyos lo han de trajinar.
Vuelta redonda...
Allá van con Lavalle
los de Coronda.
Dejen no más que griten
los mazorqueros;
que quizás faciliten
de los primeros.
No los apuren;
que puede que al Ilustre,
me lo asiguren.
Esa es buena gente para una voltiada,
y en habiendo mosca no se para en nada.
Vaya pues, ingratos, no anden reculando,
al Restaurador váyanlo amarrando.
Media caña,
¡qué lagaña!
Como gusten,
no se asusten.
Aten a ese gaucho, los convidaremos;
que por lo demás nos arreglaremos.
Ya ven que la cosa está muy nublada,
ya ven que Lavalle se va a la charquiada;
y de esta suerte
les haremos sin duda
pitar del tuerte.
Tucumán y La Rio ja
y Catamarca,
se han puesto la divisa
celeste y blanca.
Miren qué dolor,
que La Madrid ha voliao
al Restaurador.
¡Ay Felipe, Felipe Batata!
Mira que la cosa se pone muy ñata:
subite a la torre, mira el horizonte,
verás que se arriman los de guardamonte.
Caña larga,
qué descarga.
Caña corta,
qué te importa.
Toca tu cencerro y a los tucumanos
Uamáles devotos, decíles hermanos;
hermanos, vení, vení con piedá,
que yo soy batata de vuestra hermandá.
También los bravos
sáltenos ya no quieren
ser más esclavos.
Las muchachas porteñas
en la campaña,
bailarán este invierno
la media caña ...
con la mozada
que les lleva Lavalle
de la Bajada.
Que vengan, que vengan, los de barba larga:
los que a los esclavos se van a la carga;
dicen las porteñas hasta en la duda:
"¡Qué lindo es un gaucho de la libertar.
No se tarden,
vida mía,
iqué contento,
qué alegría!
¡Que viva Lavalle y los correntinos;
y los orientales y los argentinos!
¡Jesús cómo tardan! ¡cuándo los veremos
con esas divisas que tanto queremos!
Vuelta postrera.
¡Viva la liberta!
¡Rosas ... que muera!
Antonio Lussich
El matrero Luciano Santos
V: '■ *
Nunca largo es el descanso,
siempre se suele turbar;
muy poco sabe durar
un güen vivir dulce y manso;
aunque soy rudo yo alcanzo
pues lo sé por esperencia,
que del bien en la evidensia
cree uno que lindo marcha,
¡viene del rigor la escarcha
y nos yela sin consencia!
Ansina a mí me ha pasao;
en medio de mi alegría
pisé la guasquita un día
y en ella me vi enredao;
Aparicio había vadiao
con la emigración valiente,
a peliar de frente a frente
a un tirano ... y no gobierno,
el corsario más eterno
del honrao y diligente.
Los coloraos maliciaron
que yo no era de su pelo,
me miraron con recelo
y a hostigarme comenzaron;
los amigos me avisaron,
pero me hacía el sotreta,
por no pisar la paleta
de alguno y vivir juyendo,
y a cada paso esponiendo
que me estiraran la jeta . . .
En nada pensé meterme
ni con uno ni con otro;
era tan chucaro el potro
que al domar podría ... molerme;
preferí mejor hacerme
el chancho rengó esa vez,
pero largaron de a diez
pa que me diesen ... insulto ...
y yo por salvar el bulto
le puse sebo a mis pies .
Abandoné la querensia
perdiendo mi bienestar;
¡tuve al punto que tocar
pa estraños pagos ausencia!
¡Pero hay que tener pasensia!
SÍ sólo a sufrir me echó
la madre que me largó
abandonao, que muriera,
o me comiese una fiera
por esos mundos de Dios.
Busqué en los montes guarida
poniéndome de matrero,
sin ser ladrón, ni cuatrero,
ni asesino de partida;
lo prometí por mi vida
y mi palabra cumplí;
humano yo siempre fi,
jamás se manchó mi lanza,
y en cuanto vide matanza
al matador perseguí.
270
Algunas veces de día
hasta mi rancho llegaba,
y a mi familia encontraba
pensando en la ausensia mía;
pero una partida, un día
en las casas me aguaitó,
y ni tiempo me dejó
para bollármele al flete,
y lo mesmo que a soquete
sobre un matungo me ató.
Mi protetora llorando
jüe a pedirme al oficial,
y a mi prenda le dio el mal
de verme, estar maniatado;
íyo de rabia, iba temblando
contra tuita aquella gente
que ansí tan cobardemente
hacían burla del dolor!
Al recordar tal rigor
mi corazón se resiente .
Me llevaba esa camada
sobre el lomo de un güacherpo,
enchalecao tuito el cuerpo
con una guasca mojada;
¡qué sufrir! no he visto nada
pa poderse comparar;
ni me dejaban de hartar
a insultos y maldiciones,
sin contar los escorsones
que chupaba en el marchar.
¿Digan si tengo razón
en maldecir mi fortuna?
Qué estrella tan mala, ¡ay juna!
me azota sin compasión
mucho pior que a cimarrón . ..
siendo cual soy güen cristiano;
pues siempre tendí mi mano
al que encontré desvalido;
¡qué loba me habrá parido
con un sino tan tirano!!!
Ño Borges había campao
por la noche a un corto trecho
de mi rancho, en un repecho
del que me vide bombiao;
a su carpa fi llevao:
me preguntó a quién servía. . .
le retruqué que tenía
familia pa mantener
—"¡Bombero blanco has de ser!
Echenlo a la infantería”. . .
La cabeza me pelaron
y quedó como bejiga;
pa remachar bien la espiga
al matao lo acollararon;
y ahi no más me mesturaron
con gringos cuajaos de piojos,
más ordinarios que abrojos
conchavaos por cuatro ríales,
pa esterminar orientales ...
y engordar con sus despojos.
Vino el jefe de servicio,
y comenzó a aconsejarme
que él había de enseñarme
a hacer bien el ejercicio;
pero que tuviese juicio
y resertar no pensase,
porque allí se daba el pase . . .
al que hacerlo pretendiera,
que yo albertido viviera
y ni en broma lo tratase.
Como lerdo nunca fi,
le dije: mi capitán,
lo serviré con afán,
no tendrá queja de mí,
y nunca saldré de aquí
sin darle primero aviso,
pa que me dé su permiso
sigún mi comportación;
lo juro por mi facón
o por la tierra que piso.
"Ansí me gusta un tirano
que marcha derecho viejo”,
retrucó el ofisialejo
apretándome la mano:
dijo que con un paisano
jamás usaría rigor;
se ofertó pa protetor
st cometiera un delito ...
¡Ya no me gustaba el frito
por ser demasiao dotor!
Dispués de eso, al otro día
a pesar de la prosiada,
me hizo dir a la carniada
con los vendidos que había;
metido entre ellos me vía
una punta de matuchos, ~
¡que pa la uña eran muy luchos!
pero no pa un desempeño;
¡y había cada pedigüeño!
que el mirarlos daba chuchos.
Uno medio se fio rió,
quiso agarrarme pa cristo:
yo que presumo de listo
¡la burla no me agradó!
¡A güen puerto atropelló!
¡echó una suerte clavada!
porque le di tal sabliada
que hasta el cielo se óia el grito,
¡y gruñía ese maldito
como una gata preñada!
Y ninguno de los otros
se me pretendió arrimar;
¡ansí los iba a arriar!
como a una punta de potros;
es al cuete, con nosotros
nunca pueden los nasiones;
les damos ciertas Visiones
mejor que méstros de escuela ., .
¡Que joroben a su agüela
y dejen de ser chichones /
271
BE
Cuando el jefe supo el caso
me metió en el cepo, tieso,
cayéndome a más de eso
con cien azotes de lazo;
me ataron los pies, y al raso
dos noches duras pasé;
del capitán me acordé
¡bien pude esperarlo un año!. . .
Jue su promesa un engaño
tal cual yo lo rhalicié.
Ansí lo pasa en la tierra
el que es redondo y paisano;
es el destino tirano
que en castigarnos se aferra;
Jtodos nos hacen la guerra!
y siempre quieren mojar;
cuando nos pueden lograr
en la cara se nos rain,
si usté retosa, le cáin. . .
/porque al gaucho hay que domsir!
Dabanmé una triste presa
de pulpa cuasi podrida;
¡es triste cosa en la vida
tener la suerte traviesa!
Diay hice formal promesa,
que en cuanto libre estuviera
aunque morirme supiera,
me les iba a escabullir,
y no lo habían de sentir
sino al ver mi polbadera.
Yo cumplí lo prometido;
al tomar mi liberta
lo mesmo que el aperiá
en un pajal busqué nido;
allí como hombre divertido
me oculté del chaparrón;
al dirme uñatié un facón,
mis bofiadoras y un lazo,
pa poder salir del paso
en cualesquier arriesgón.
De entonces, me hice matrero
como ya lo tengo dicho;
le tomé gusto al capricho
y me réi del mundo entero;
hice en el monte un potrero
y un ranchito macumbé;
y pa no quedarme a pie
tenía pingos de reserba
y a más. . . también otra yerba
que por alto pasaré.
De día poco me vieron,
y menos en poblasiones;
dejé a un lao las rilasiones
dispués que me solprendieron:
muchos lazos me tendieron
pero a cabriolas les juta;
como el campo conocía
nunca dejaba una güella,
y más listo que centella
fantasma me les hacía.
Cuando volví pa mi pago ., .
¡se me nublaron los ojos /
Hallé sólo los despojos
que hizo la guerra en su estra-
íg °*•*
Alcance Baílente un trago
pa ahogar la terrible idea
que en mi espíritu campea . . .
¡Muerte !. . . ¡tapera!. .. ¡borfan-
{dá !. . .
/Desengaño!. . . ¡soledá!. . .
al recordar me rodea.
Con los golpes aprendí
tantas cosas que ignoraba,
que hoy ya no tiro la taba
si no es cargada por mí;
también más he soportao;
y ese andar de lao a lao
sin familia y sin querencia,
llorando del bien la ausencia,
¡mucho. . . mucho me ha en -
{ señao!
t
Y hoy hablo a los orientales,
y también al Presidente,
que se trate sabiamente
de suprimir tantos males
y tuitos seamos iguales
sin reparar la color,
pa que unidos al reedor
de este pabellón glorioso ,
alumbre eterno reposo
su puro y brillante sol.
Te hundes suelo querido
en un cañadón sin fondo ,
esto lo dice un redondo
que nunca letrao ha sido;
no es juerza ser escrebido
para conocer el mal,
y veo Patria oriental
que siguiendo en tales rumbos ,
como mamao, dando tumbos
vas por un calcagüesal.
No hay más remedio a tu pena,
no hay más corte a tus tormentos;
no hay ataje a tus lamentos
si hoy no rompes tu cadena;
pues te tienen como ajena
los hombres sin corazón,
que su sola aspiración
es pegarse donde hay plata,
y te arrastran por la pata
a tu ruina y destrusión.
Yo soy un triste paisano
que en léises soy gallo ciego,
pero a naide me le allego
pa que me tienda la mano;
272
guicias a Dios soy liviano
y guapo pa trabajar,
valor no me ha de faltar
por los güesos de mi agüela,
nunca seré sanguijuela
que el oro me haga pegar.
Nunca almita se lo imploro
Don Ellaura el Presidente,
que lo rodée esa gente
para chuparle el tesoro;
le han de cobrar las raciones
para gente nunca vista .. .
pero jamás verá en lista
que por hambre, hay resersiones !!/
Haga gauchada matrera
diéndose al toque de diana
a la lista de mañana
a un batallón cualesquiera,
y verá en la madriguera,
de los nombres del apunte
que le han dao pa que les unte,
ni con la mitá se encuentra . . .
el resto en la caja dentra
del capataz del rejunte.
Ni con su hermano se case
en cuestiones de servicio;
pongalé freno al desquicio
pa que naide se propase;
y nunca deje que pase
asunto sin revisar;
tuito lo debe mirar
con doble vidrio en los ojos,
sino, tal vez que los piojos
por güeyes le hagan pasar.
Enséñele y con aliño
al jefe más copetudo,
que con la ley nunca pudo
ni la hermandá, ni el cariño;
tome ejemplo en. . . cierto ni-
{ño. ,.
que con sueldos y raciones,
aforró bien los riñones,
Heno la panza y bolsicos,
mientras tanto sus milicos
diñaban de privasiones .
Con albertencía y con maña
escuelas mande poner,
pa que puedan aprender
¡Oj gauchos de la campaña;
porque es disgracia tamaña
en tiempo tan alentao,
ver tanto criollo negao,
más duros que las murallas ,
que sólo marcan sus rayas
con la hoja del embenao.
Con los pobres no sea duro
cuando le falten razones,
ni largue contribuciones
que causan más de un apuro;
si usté lo hace, yo le juro
en nombre de la gauchada ,
que no ha de faltarle nada
para que viva tranquilo,
y siempre hallará un asilo
en medio a la paisanada.
Atráquele a los pulperos
una multa cada mez,
y descuelgúese con diez
a los carros bolicheros,
que son los más pijoteros
y amigos de mogollar,
nunca nos quieren fiar
y a cual d’ellos es más laucha.
¡Hay que pelarles la chaucha!
pa que apriendan a tratar.
El pingo de la nación
llévelo siempre tranquiando,
sólo vayalé aflojando
en busca de la ocasión;
no suelte de sopetón
puede cortarse la rienda,
273
y al ñudo es que usté se prienda
si a un tucutucu se encaja,
tal vez el mate le reja,
ande ni diantre lo atienda.
"Estando la vaca atada
el ternero no se va”;
lo mesmo usté puede acá
evitar cualquier pueblada,
sino le pierde pisada
al que engreído por su rango,
siempre busca en el fandango
pa calsar, cualesquier medio,
pero es fácil el remedio
teniendo el sartén po el mango.
Aunque se li baga aparcero
mil alforsas en el cejo,
oiga paciente el consejo
que quiere darle un matrero:
"Nunca se apegue al dinero
del páis, y pa no pecar,
hágalo siempre tapar
de modo que no se vea,
y el pueblo oriental no crea
que usté es capaz de uñatiar
José Hernández
Carta del gaucho Martín Fierro
Caria que el gaucho* Martín Fierro dirige a su amigo Don Juan
Manuel Blanes con motivo de su cuadro Los Treinta 7 Tres.
Buenos Aires, agosto 20 de 1878.
Amigo Don Juan Manuel,
Que se halle, me alegraré,
Sano del copete al pie.
Y perdone si en su carta
Algún disparate ensarta
Este servidor de usté.
Una suya recebí
Punteada con todo esmero,
Y al verlo tan cariñero
Dije para mí, a este Blanes,
No hay Oriental que le gane
Como amigo verdadero.
Y aunque me diga atrevido
O que a la luna le ladro,
Como ese bicho taladro
Que no sabe estarse quieto
En todas partes me meto
Y me metí a ver su cuadro.
Por supuesto, los diez pesos
Los largué como el mejor,
Yo no soy regatiador,
Y ya dentré a ver después
Los famosos 'Treinta y tres”..
¡Ah! cuadro que dá calor!!
Me quedé medio azorao
Al ver esa comitiva —
Lo miré de abajo arriba
Pero, ¡que el diablo me lleve!,
Si parece que se mueve
Lo mesmo que cosa viva.
Encima le han colocao
Un sol que valdrá un tesoro
Lo habrán puesto, no lo inoro
Como en el naipe español;
Pues habrán dicho esos toros
"A todos alumbra el sol”.
Y esa gente tan dispuesta
Que su pais va a libertar,
No se le puede mirar
Sin cobrarles afición. . .
¡Si hasta quisiera el mirón
Poderlos acompañar!
Para mi, más conocida
Es la gente subalterna;
Mas se ve que quien gobierna
O lleva la dirección,
Es un viejo petizón
Que está allí abierto de piernas.
Tira el sombrero y el poncho
Y levanta su bandera
Como diciendo "Ande quiera
"Que fíame se ha de triunfar”;
"Vengo resuelto a peliar
"Y que me siga quien quiera
Le está saliendo a los ojos
El fuego que el pecho encierra —
274
Y señalando a la tierra
Parece que va a decir:
"Hay que triunfar o morir,
"Muchachos, en esta guerra”.
Y animando aquella gente
Que a lidiar se precipita,
Mientras se mueve y se agita
Con la proclama del viejo,
Hay uno que dende lejos
Le muestra una crucesita.
Cerca de él, hay otro criollo
De poncho y de bota fina —
Se ve que en la tremolina
Hará aujero si atropella,
Ha agarrao la garabina
Como pa darles con ella.
Al lao, el de camiseta,
Ya deja ve.r que es soldao;
Está muy arremangao
Como hombre resuelto a todo,
Se le conoce en el modo
Que ha sido algún desalmao .
Hay otro de pantalón,
Tirador bordao de seda;
Que le resista quien pueda
Cuando llegue a gritar ¡truco!
Ha echao al hombro el trabuco
Y se ha metido en la rueda.
De pantalón va también
Otro de sombrero al lao;
Es resuelto y animao
Pero de un modo distinto:
Tiene el narangero al cinto
Y parece más confiao.
Hay otro viejo gritando:
"¡A mi naides me aventaja!—
"¡En cuanto suene la caja
"He de responder al grito !”—
Tiene en la mano un corvito
Que ha de estar como navaja.
Ese que está arrodillao
No me deja de gustar,
Uno puede asigurar
Que vá a decir —cuanto hable —
"Todos tienen que jurar
"Sobre la hoja de este sable”.
Que ha de haber sido algún
{bravo.
En el ademán se alvierte;
Y para estar de esa suerte,
Dije yo, lo han elegido
O por ser más decidido
O por tener bota juerte.
Me gusta el de casaquín,
Se le nota el movimiento
Como que en ese momento
Tira su sombrero arriba,
A tiempo que pega un ¡viva!
Medio loco de contento.
Pero entre tanto valiente
Dende lejos se divisa
El que en mangas de camisa
Se hace notar el primero—
Un gaucho más verdadero
No he visto, ni en los de
{Ur quiza.
Espuela y botas de potro,
Todo está como nacido;
Es patriota decidido,
Se vé que resuelto está;
Para mejor, le ha salido
Medio escaso el chiripá.
En el amor y en la guerra —
En todo habrá sido igual;
Tiene, en trance tan formal,
El enemigo en contorno;
Pero no olvidó el adorno
De cola de pavo-rial.
Le adivina la intención
Todito aquel que lo vea;
Para dentrar en pelea
Revela hallarse dispuesto,
Y de fantástico ha puesto
De dragona la manea.
Lleva su ropa y sus armas
Como quien las sabe usar;
Con gracia sabe arreglar,
Su trabuco en la cintura;
Muestra ser por la figura
Sin asco para matar.
Y además de algunos otros,
Me ha llamado la atención
Uno que está en un rincón
Como quien no dice nada,
Se ha lar gao a la patriada ,
Descalzo y de pantalón.
Y yo, para mí decía,
Estos hacen lo que deben;
Y varones que se atreven
Con voluntá decidida
A jugar ansí la vida,
Talvez ni cigarros lleven.
Van a libertar su país.
Peliando con valentía;
Quizá ni ropa tendrían,
Pero nada los sujeta;
Hasta las mesmas maletas
Están, ay, medio vacías.
La garabina y el sable
Que están tirados allí *
Pensé yo al verlos así —
O alguno se ha hecho avestruz
O son de aquel de la cruz,
Que los ha dejao aquí.
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A la distancia se llevan
El bote los marineros,
Los mismos que los trujieron
Se retiran apuraos
Ya se ve, que les hicieron
La compañía del horcao.
Parece que van diciendo:
" Ai quedan sin esperanza,
” Y vámonos sin tardanza,
"Si viene juerza enemiga,
"Tal vez ninguno consiga
"Escapar de la matanza
Yo los hubiera agarrao
A los que el bote se llevan;
Justo es que a todo se atreva
El hombre que hace la guerra;
Cuanto pisaron en tierra
Debió principiar la leva.
No meto en esto copiada
A todos, pa no cansarlo —
Pero debo confesarlo,
Amigo, y se lo confieso,
Yo le saqué los diez pesos
Al cuadro, tanto mirarlo.
Cuente si son treinta y tres,
Si en mi cálculo no yerro;
Con ésta mi carta cierro,
Amigo, me planto aquí —
Ni Cristo pasó de allí
Ni tampoco
Martín Fierro.
Bartolomé Hidalgo, Manuel Araúcho, Hilario
Ascasubi, Antonio Lussich, José Hernández, son,
de lili a 1872 , los creadores de una original
poesía política donde se cuenta el surgimiento
y las vicisitudes de una clase social, su obra
revolucionaria y su implacable sometimiento.
Al mismo tiempo los autores de la más inventiva
y artística literatura de su tiempo.
ENCICLOPEDIA
U R UGUAYA
Copyright Editorial ARCA S. R. L. # Colonia 1263, Montevideo.
Impreso en Uruguay en impresora Uruguaya Colombino S. A.,
Juncal 1511, Montevideo. Diseño, Artegraf. Edición amparado
en el Art. 79 de la ley N 4 ? 13.349. (Comisión del Papel).
Julio de 1968.